El consejo definitivo para que dejes de morderte las uñas: cómo detectar que tienes un problema grave

Te traemos el truco con el que vas a conseguir quitarte esta manía, que puede llegar a convertirse en algo preocupante
Cómo dejar de morderte las uñas y los signos de que tienes un problema grave

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¿Eres de los que te muerdes las uñas? Pues puede que no le hayas dado la importancia que realmente tiene, porque lo cierto es que, más allá de las consecuencias de tipo estético que pueda entrañar, hacerlo en ciertos extremos puede ser como para alarmarse y poner remedio. Porque aunque creas que es un gesto sin más, lo cierto es que detrás se pueden esconder desajustes emocionales o de estrés importantes que son los que te llevan a ello. Conocido como oncofagia en su denominación más técnica, los expertos determinan que la principal causa de que te lleves las manos a la boca para mordértelas es la tensión emocional. La misma que aparece en diferentes momentos en los que se nos genera una incertidumbre ante la que no sabemos cómo actuar, y nos mordemos las uñas.

5 signos de que tienes un problema grave

Antes de desvelarte cuál es esa técnica infalible con la que resolver esta costumbre que es dañina para nuestra salud, recogemos cinco signos que deben hacerte pensar que tienes que poner remedio, porque estás empezando a no controlarlo.

  • Te las muerdes sin tener en cuenta su ritmo de crecimiento. Los tiempos, en esto, son muy importantes. Si te las muertes una o dos veces al mes, hay riesgos de que se conveirta en algo serio, pero no dañamos en exceso a las uñas, ya que le dejamos tiempo para que crezca y se regenera. Cuando no dejamos que eso suceda y las mordemos aún estando cortas, es un signo inequívoco de que hay que poner el remedio adecuado.
  • Te haces heridas. Esto sucede cuando se da el primero de los puntos. Te harás heridas superficiales justo por debajo de la uña y por los pliegues laterales de la misma. Si detectas esto, tómatelo en serio y ìde la ayuda necesaria para poner freno a la situación.
  • Vas más allá y te muerdes la piel y la cutícula. Esto suele suceder cuando ya no hay uña que roer, y es muy perocupante, ya qye te arrancas trozos de carne y aparecerán los temidos 'padrastros' que tanto duelen y con los que tu cuerpo te advertirá de que debes encender las alertas.
  • Tienes los bordes de los dientes desgastados. Efectivamente, con este mal hábito no solo sufren las uñas, sino que, si el mismo se extiende en el tiempo, el filo de esos dientes que usamos para morderlas se deteriorarán, dando paso a pequeñas irregularidades y microrroturas en el filo de estas piezas.
  • La onicofagia ha tomado el control sobre ti. Más allá de todas estas señales físicas que se evidencian a simple vista, hay un componente que trasciende y que tiene que ver con que es el mal hábito el que toma el control sobre ti y no puedes dejarlo de lado. Es más, intentas parar, pero pasado un tiempo regresas a las andadas.
Los signos de que morderte las uñas te causa un daño muy importante en las manos y dientes

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El método infalible para tomar las riendas

Cuando todo lo anterior pasa, hay una técnica para abandonar una práctica que, como hemos detallado, es igual de dañina para tus dedos -y dientes- que para otros componentes invisibles a los ojos. Se conoce como inversión de hábito, surgida en los años 80 de la mano de psicólogos reputados y que tiene cuatro fases que vamos a detallarte, no sin antes advertir que, lo de que quien tengas al lado te dé un manotazo cuando te vea morderte las uñas no tiene efectividad de ningún tipo... Por si queremos ahorrarnos el golpe.

  1. Concienciarnos. Siempre decimos que lo primero es reconocer el problema. Eso es lo que haremos en este caso, convirtiendo un getso que, en principio, es automático, en algo más consciente. Seguro que, más de una vez, nos damos cuenta y no terminamos de llevarnos la mano a la boca.
  2. Respuesta competitiva. Este segundo paso dentro de nuestro proceso aprenderemos una conducta que nos aleje de la tentación. Es decir, buscaremos algo que hacer con las manos o la boca para no caer en las garras de la tentación. Entre las cosas que se nos ocurren para darte ideas, encontramos el apretar una bola antiestrés o masticar chicle, pero cada uno puede tener la suya propia. Respirar profundamente, la meditación o llevar nuestra mente a otro lugar, son otros trucos que pueden funcionarnos antes de dar paso al siguiente punto.
  3. Motivación. El refuerzo es una parte muy importante de todo este proceso. Es decir, cuando nos demos cuenta de que estamos en el buen camino, debemos reforzarnos con frases de aliento y de apoyo, de esas que te sean de utilidad para continuar en ese camino y avanzar por el mismo con el fin de dejar de hacerlo.
  4. Generalización. Esto no es otra cosa que aplicar todo lo anteriormente dicho en el mayor número posible de situaciones hasta que se convierta en un hábito. Hasta revertir la situación y convertirlo en un hábito saludable que van a agraceder tus manos, tus dientes y, sobre todo, tu cabeza.



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