No creerás dónde terminaron estas personas por seguir indicaciones del GPS

Christian Gálvez y Víctor Parrado te descubren los lugares más extraños en los que acabaron estas personas por seguir al GPS

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No creerás dónde terminaron estas personas por seguir indicaciones del GPS

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Seguro que muchos de los que nos escucháis os habéis preguntado alguna vez si algo tan útil como los GPS, eso que todos llevamos ahora en los móviles y que teóricamente nos facilita saber cómo llegar a cualquier sitio, es realmente tan imprescindible como nos parece ahora. La verdad es que es una ayuda importante para moverse por una ciudad, para llegar a cualquier sitio sin saber exactamente dónde está o para saber cuando uno va al volante qué carretera, que desvío o qué camino tomar. Pero también es cierto que antes de que se popularizaran también éramos capaces de llegar a cualquier parte.

No había GPS, pero había otros métodos. El más popular consistía en bajar la ventanilla, pegarle amablemente un grito a un paisano y preguntarle aquello de “por favor, ¿para ir a Logroño?”.

Los primeros GPS nos sonaban a todos como una cosa de magia. Casi tenían forma de ladrillito, chupaban batería que daba gusto y mal que bien nos ayudaban a movernos por las ciudades y las carreteras, aunque infalibles, lo que se dice infalibles, no eran… Un estudio de MyTaxi publicado por la revista Forbes dice que los errores de los GPS nos cuestan a los conductores españoles unas 29 horas de nuestro tiempo cada año, las que perdemos por hacerles caso o no entender bien sus indicaciones.

Los GPS han dado lugar a errores realmente históricos y muy locos, de manera que lo que os proponemos ahora es uno de nuestros rankings de historias en las que el GPS ha complicado al vida al conductor y al peatón despistado. Mira, en primera posición se me ocurre el caso que llamaremos “las escaleras de Teruel”. Fue muy comentado en la prensa de todo el país hace unos años. Un conductor había introducido como destino un aparcamiento público en el que dejar el coche para hacer unas gestiones y la cuestión fue que al no conocer la ciudad siguió al pie de la letra las instrucciones y cuando quiso darse cuenta apareció con su vehículo despeñándose por unas escaleras peatonales. Dicen que después de este caso hubo media docena más a los que le pasó lo mismo.

Esto no es nada comparado con la historia de Mandy, un conductor alemán que pretendía llegar desde Galicia a San Sebastián, se dejó llevar por el GPS y acabó a punto de caer con su camión por un acantilado junto al faro de Cedeira. Le faltó muy poco para terminar sumergido en el Cantábrico, pero fue hábil, se dio cuenta a tiempo y aunque se cargó el camión consiguió librarse de la tragedia. Y como siempre hay que buscar el lado positivo, o que recuerda Mandy es la semanita de vacaciones que se pegó con la familia del farero mientras le repararon el camión y pudo continuar su camino, aunque ya sin fiarse ni un pelo del GPS.

Hay un caso realmente tremendo, que como todos los que contamos es absolutamente real. Lo protagonizó una inglesa hace cinco años. La mujer iba conduciendo feliz a su cita con unos amigos que estrenaban casa en el campo, metió la dirección en el GPS y todo fue bien hasta que se dio cuenta de que se estaba adentrando en un bosque, por un camino de piedras con indicaciones de peligro a ambos lados. Por lo que fuera, ella prefirió hacer más caso a las indicaciones del GPS que a los rótulos y cuando quiso darse cuenta su coche, con ella dentro, terminó sumergido en un lago. Un pescador, muy alucinado el hombre, se lanzó al agua para rescatarla. No pasó nada, afortunadamente, pero lo que el rescatador recuerda es que la voz del GPS, que decía “continúa recto, continúa recto”, tardó más de media hora en apagarse…

¿Os acordáis el lío que le montó el GPS a un camionero en Ciudad Real?… Aquello fue histórico. Hacía una ruta entre Alemania y Portugal y parece que era su primera vez. El GPS se volvió literalmente loco, el conductor del trailer de no sé cuantos ejes le hizo caso y no obstante le extrañó que le mandara de repente desviarse a un pueblo. Cuando se dio cuenta de que le llevaba por calles muy estrechas ya era demasiado tarde. La cuestión es que al final se quedaron el camión y él encajados en una esquina, empotrados en la sala de estar de una casa y esperando más de ocho horas a que se encontrara una grúa capaz de remolcar aquel monstruo sobre ruedas. Al menos, todo el pueblo le echó una mano y le dieron de comer y de beber para aliviar el mal trago…

La verdad es que a veces se nos va la olla y ante lo evidente creemos más en una máquina que en la vista, el oído y el sentido común. Los GPS son una maravilla, pero no garantizan siempre que lleguemos adonde queremos y que lleguemos bien. Muchas veces es más eficaz preguntar, que es lo que hemos hecho siempre y casi nunca falla.

CADENA 100