Cuatro tipos de personas según la forma que tienen de despedirse… ¿cuál eres tú?

Una de las cosas que descoloca mucho a los que no están acostumbrados a cómo hacemos las cosas aquí es las despedidas, lo que nos cuesta despedirnos cuando nos juntamos más de una persona en un restaurante, un bar, un teatro o lo que sea… “Síiii. Yo lo sé por el teatro. A veces se me hace hasta difícil salir porque la puerta está ocupada por grupos que no están comentando la actuación, sino despidiéndose. Si yo acabo pongamos que a las siete y media, ya te digo yo que a las nueve todavía hay grupitos despidiéndose”, detalla Víctor Parrado

Aquí tenemos tendencia a eso. Empezamos siempre soltando un «bueenoo» y a partir de ahí echamos, como dices tú, un par de horitas con estas frases, que he apuntado para ver si te suenan de algo…

- A ver si repetimos, eh, que no ha estado nada mal.

- Tenemos que repetir, ¿vale?, que nos apalancamos y nunca quedamos.

- No ha estado mal, ¿eh?

- Bueno, pues a ver si nos vemos más a menudo…

- Ya tenía ganas de que quedáramos, ya.

Hay incluso blogs enteros que están dedicados a analizar cómo nos despedimos los españoles, de qué hablamos, qué cosas se nos van ocurriendo sobre la marcha para no tener que marcharnos…

Hay cuatro tipos de personas de acuerdo con la forma que tienen de despedirse. El primer tipo es el «español-español» … que es el que se pasa dos horas anunciando que se marcha, pero parece que le han dado cuerda y lo han atornillado al suelo.

Luego estaría «el anguila» … que es el que en un grupo en el que la gente se está despidiendo aguanta con una sonrisa durante cinco minutos y cuando comprueba que la gente sigue diciéndose adiós, de repente desaparece si hacer ruido y sin que nadie se dé cuenta hasta pasadas unas horas.

El tercer tipo: «el alemán». Sale de donde sea, estrecha las manos, da los besos que toque, dice adiós y se marcha con paso firme sin picar en el anzuelo del rollo interminable.

Y falta un tipo todavía: «el último». Es el que a pesar de que ve que todo el mundo se va marchando, él sigue dando conversación hasta que se queda completamente sólo. Es el que lo ha intentado todo para continuar con la despedida. Es decir que, si un día vas por la calle a una persona que habla sola en la puerta de un bar, un restaurante, un teatro o un cine, ¡ni te acerques!: ¡déjalo, que se está despidiendo!

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